¿Por
qué nos enamoramos del fútbol? ¿Qué pasa? En un nivel profundo, la
razón por la cual este deporte nos atrapa es que el buen fútbol es
bello, y difícil, y ambas cosas están relacionadas. Un equipo haciendo
circular el balón, enviando un pase a un espacio vacío que de pronto se
llena con un jugador que dos segundos antes no estaba allí y que ahora
corre a toda máquina, y que sin mirar ni alterar su ritmo envía el
balón a un tercer jugador a quien seguramente no ha podido ver y que, a
su vez, también a toda velocidad y sin alterar el ritmo de su carrera,
impulsa el balón a más de 90 kilómetros por hora a la cabeza de un
cuarto jugador que ha corrido 70 metros para esar allí y que, también
sin alterar su ritmo, salta y cabecea con una fuerza y una precisión
increíbles hacia una esquina de la portería, que es exactamente donde
el portero, tras ejecutar algún complejo cálculo de física sin
intervención del pensamiento consciente y por puro reflejo, lo está
esperando, para que después toda esa gracia, esa velocidad, esa fuerza
muscular, esa forma física y esa precisión no aparezcan en ningún acta y
caigan en el olvidoal día siguiente. Esa es la extraña fragilidad, la
evanescencia del fútbol. Es difícil de describir y aún más de practicar,
pero sin duda tiene una belleza profunda, una belleza difícil de
contar con palabras y que todo el mundo que ve un partido descubre por
sí mismo. Esa es la razón por la que el fútbol, que tiene tanta fealdad
a su alrededor, sigue llegándonos tan adentro: porque es, porque puede
ser, tan bello.
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